Hubo un tiempo anterior a Chiara Ferragni y Olivia Palermo. Antes incluso que Jane Bikin, Audrey Hepburn o Françoise Hardy. Las primeras revolucionarias de la moda se atrevían a llevar pantalones cuando era objeto de mofa, a lucir transparencias y a renunciar al corsé…
Sara Bernhardt
(1844-1923) Hija de una cortesana y de padre desconocido (aunque los rumores apuntaban al duque de Morny, hermano de Napoleón III) fue una gran actriz francesa de teatro y cine. Se graduó en el Conservatorio en Teatro Francés gracias a los contactos de su padre, e inició su carrera en el escenario rechazando convertirse en cortesana, como proponía su madre.
Tuvo una apasionada relación con el Charles-Joseph Lamoral, príncipe de Ligne, hasta que se quedó embarazada y éste la abandonó. Tras un momentáneo fracaso en el teatro, siguió los pasos de su madre pues no se podía mantener solo con lo que ganaba como actriz. Pero tres años más tarde estrenó, en 1867 debutó en el Teatro del Odéon Las mujeres sabias (Les femmes sabanees) de Molière y fué ahí cuando su carrera comenzó a despuntar.
Se atrevía incluso con papeles masculinos y fue de las pocas mujeres que osó lucir pantalones. El vestuario de la obra L´Aglion, en la que vestía de hombre, fue diseñado por un todavía joven Paul Poiret.
Su primera gira, en Inglaterra, fue todo un éxito. Allí Oscar Wilde escribió para ella su obra Salomé. Inglés era también el modisto al que Sarah era asidua: Christian Worth. Se dice que exigía arreglos en todos los modelos que encargaba, para que quedasen siempre a su gusto.
Tras su espectacular éxito en Inglaterra, en 1880 decidió hacer su primera gira americana. El éxito fue total. También recorrió toda América del Sur, llegando a actuar en Brasil, Perú, Argentina, Chile… En Estados Unidos su éxito era tal que le habilitaron un tren con siete vagones de lujo llamado Sarah Bernhardt Special, que era de uso exclusivo de la actriz. Sus giras le llevaron a Australia y visitó las islas Hawái y las islas Sandwich. Actuó en Egipto y en Turquía, en Europa; Moscú, Berlín, Bucarest, Roma, Atenas…
La estrella del teatro no solo desplegaba su gusto en el escenario, sino también en la vida privada. Fue una de las principales clientes de los modistos de la época. Incluso cuando, más adelante, perdió una pierna, seguía vistiendo de los grandes modistos, y personalizando todos sus modelitos. Murió en 1923. Su entierro fue multitudinario, miles de franceses fueron a verla. Esta enterrada en Père-Lachaise.
Eleonora Duse
(1858-1924) La actriz más célebre de su época y rival profesional y personal de Sandra Benhardt. Nacio en un vagón de tren y su primer papel lo interpretó a los 4 años ya que sus padres también eran actores. La fama le vino con su primer gran papel; La princesa de Bagdad, de Dumas.
Se casó con Tebaldo Checchi,y tuvo una hija, Enrichetta. En 1885 inició su gira por América del Sur, y entonces su fama traspasó las fronteras. La actriz vestía mostró fidelidad exclusiva al modisto Christian Worht.
Tras varios amores y crisis personales, volcó su experiencia vital en La Locandiera de Goldoni, en 1909, que resultó ser un gran éxito y tras el cual, abandonó inesperadamente el teatro durante 12 años.
Reapareció ante el público en Turín en 1921 con La dama del mar, negándose a ser maquillada y preocupándose tan sólo de ofrecer “su verdad interior”. Tras ello reenprendió su vida artística, iniciando otra gira por Norteamérica, donde la sorprendió la muerte en 1924, en Pittsburgh.
Isadora Duncan
Considerada la creadora de la danza moderna, fue abandonada por su padre a la niñez, y a la temprana edad de 10 años dejó el colegio para ponerse a dar clases de baile por las calles de su barrio. Su madre acompañaba al piano. Yendo a contracorriente , se trasladó a Europa a principios de siglo buscando un futuro mejor. Así, se instaló en Londres y en París.
Su puesta en escena fue revolucionaria y minimalista: apenas algunos tejidos de color azul celeste en lugar de los aparatosos decorados de los montajes conocidos hasta entonces y una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas desnudas y los pies descalzos, frente a los vestidos de tutú, zapatillas de punta y medias rosadas de rigor en el ballet clásico. Su vestuario suelto, que no presionaba el cuerpo, constituyó un impulso para el llamado “traje de reforma”. Isadora bailaba sin maquillaje y con el cabello suelto, mientras que lo habitual en aquella época era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo en un moño o coleta.
Isadora fue una de las principales influencias de Madeleine Vionnet, que mientras trabajaba en la Maison Doucet, se inspiró en la bailarina para crear la colección de 1907.
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