Hace dos años que me casé, y todavía no he subido el post de mi boda. Tenía una mezcla de impaciencia y ganas por mostrarlo todo, y al mismo tiempo un instinto de esconder esos momentos para mí, para nosotros, guardándolos para que la magia durase siempre. Que al ser un día tan perfecto como fue, quedara así, congelado e infinito.
Pero hoy he decidido compartirlos. Por mi, por él, por nuestros amigos y por todas las personas que ayudaron a que fuera un día estupendo.
Nos casamos en Sevilla, nuestra ciudad y el punto de encuentro para casi 300 personas, que desde París, Madrid o Canadá llegaban ese viernes previo a la plaza del Salvador, antesala del fiestón que nos esperaba al día siguiente. Ya desde esa noche, ver a gente a la que suelo tener tan lejos, reunidos en el mismo sitio, MI sitio, me pareció un sueño hecho realidad.

Esa mañana del 17 de septiembre, Sevilla amaneció con un cielo espectacular. Yo que había dormido regular (llegué a tener fiebre de los nervios y el ajetreo), me desperté súper tranquila, y al descorrer las cortinas de la suite del Villapanés, sentí que lo bueno acababa de comenzar, y empecé a disfrutar de cada segundo, desde el estupendo desayuno a los preparativos de Quino Amador y Alvaro Torres, que se encargaron del maquillaje y el pelo de mi madre, mi hermana y yo














La mañana me la alegraron mis amigas Patri y Ana que vinieron a traerme unos regalos, y la llegada de mi ramo, de Leo Flores, que se encargó también de los ramilletes de los pajes.

Mi madre me ayudó a vestirme y luego Sara Lobla me hizo una pequeña sesión de fotos en el Palacio. Pasear así por las escaleras, los patios, a solas con mi madre y mi hermana fue un sueño. Fue en las últimas fotos dónde caí en la cuenta de que no había mirado aún el reloj, y al preguntarle a Sara me dijo ‘te quedan cinco minutos para casarte’.


Mi madre lleva vestido de Ralph Lauren y Marta lleva vestido de Extart & Panno.

















Y entonces por fin llegó mi padre. Creo que nunca he visto a un hombre más elegante (traje de Scalpers a medida y sus gafas vintage), ni MÁS FELIZ en toda mi vida. Si hay alguien que disfrutó de ese día, fue él.


El coche, un Hurtan descapotable que nos dejó un familiar, nos esperaba en la puerta. Esos cinco minutos de trayecto hasta el templo de Los Gitanos los tengo grabados en mi corazón. ¿Nerviosa? Ahora sí, pero más feliz imposible.






A las 13 pasadas llegamos al templo de mi hermandad, Los Gitanos. Alvaro dejó que escogiera Iglesia y no podía ser otra que la del Cristo al que le guardo tantísima devoción, ante el que se casó mi madre, mi abuela…

El novio entró en la Iglesia con Honour Him, de la película Gladiator (toda una declaración de intenciones) y yo escogí el Preludio de La Traviata, mi obra de ópera favorita y la primera que ví cuando, de pequeña, mi madre me llevó por primavera vez a la Maestranza. El gusto por la música clásica me viene de ella.
La ceremonia incluyó misa y velación, un rito muy emocionante para mí, especialmente porque la bendición se realiza con el velo de la Virgen de los Gitanos, que hace que sea algo aún más emocionante y sagrado.

Durante la comunión, sonó Spiegel im Spiegel, de Arvo Part. En las firmas; Unacompannied Cello Suite de Yo Yo MA, y El Cascanueces y en la salida, por supuesto, la Marcha Nupcial, El sueño de una noche de verano.

Alvaro iba impecable, con traje de Scalpers a medida y su madre llevó mantilla y vestido a medida de Victoria. Sobre mi vestido, ya conté toda la historia pero podéis releerlo aquí y aquí.

Una de las cosas a las que estoy más agradecida en la vida es poder haber celebrado este día con mi abuela Nana.

A la salida nos esperaba confetti blanco y nuestro coche que nos llevaría camino a la finca El Pino de San José.

De la decoración floral se encargó Búcaro, hileras de rosas y peonías llenaban las infinitas mesas imperiales. Cada una de ellas tenía nombre de ciudad y cada zona, el nombre de una discoteca de esas ciudades que amamos; París, Madrid, Sevilla, Tarifa, Ibiza y Chipiona.


Fuera, fotos de los invitados con los novios para que pudieran llevarse de recuerdo.

Sombreros y abanicos para el calor y cubretacones para ellas.






Mi amiga y testigo Jess llevaba total look de Color Nude.


La comida la organizó Alfardos, un cocktail largo en el exterior, con sushi, barra de quesos… seguido de una comida en el interior (aún recuerdo lo riquísimo que estaba el rodaballo con risotto de berberechos) que terminó con la gente saliendo a bailar ya desde el postre.
La música durante el cocktail corrió a cargo de mi amigo y dj Marco Pecellin, una de las personas con mejor gusto musical que conozco. Swing, jazz, chill house y musica elegantona para amenizar las aperitivos. ¿Lo mejor? Que no me lo esperaba, Alvaro lo organizó de sorpresa y me hizo feliz.



















Entramos en el salón con la canción A Little Party Never Killed Nobody de Fergie, y la gente ya estaba en pie dándolo todo. Iba a ser difícil esperar a la barra libre.


La mesa de las chuches fue obra de Carmen Torres, amiga de la familia.



Tras la comida entregué el ramo a mi mejor amiga de la infancia, Ana, y a mis amigas más íntimas ‘casaderas’ les regalé unas pulseras ‘Love’ de Aristocrazy.








El baile lo abrimos con Secrets seguido de la Bicicleta, canción a la que se unió toooodo el mundo mientras nos rodeában y saltaban los cañones de confeti. La fiesta siguió con la actuación de Los Alpresa y de Dj Alvaro Vergara (alias Tole), que pinchó todos los temazos de nuestra adolescencia. Fue muy fácil que la gente no se sentara.










En la barra libre hubo palomitas de sabores de Fol Gourmet Popcorn (la anécdota es que las recogí el viernes antes de irme a Sevilla y las metí en una maleta gigante. ¡Casi no me da tiempo a recoger mi traje de novia por las dichosas palomitas!) La recena fue, sin duda, lo que más feliz hizo a todos: ¡¡McDonalds!!











